José y Daniel: Malos ejemplos para justificar la incursión del cristiano en la política
José y Daniel: Malos
ejemplos para justificar la incursión del cristiano en la política
Por Ángel
I. Gálvez
Hoy, más que en
cualquier otro momento, el tema del cristiano y la política está generando múltiples
opiniones y divisiones. Tanto así que muchos buenos pastores y predicadores,
probados siervos de Dios, se valen de argumentos descontextualizados para probar
con la Biblia, la idea de que un cristiano puede incursionar en la política. Y
aunque no nos oponemos a esta idea, sí entendemos que es una gran falta
utilizar textos bíblicos o hacer alusión a personajes bíblicos que nada tienen
que ver con la política.
Es necesario reiterar,
que la razón del problema, cuando se trata esta temática, no radica en que un cristiano aspire a una
posición política. Creo que como cualquier actividad social y profesional, un cristiano puede aspirar a un cargo público.
Y, al desempeñarlo, debe hacerlo dando buen testimonio, siendo ejemplo de
integridad y temor a Dios. Y esto no lo hará porque sea político, debe hacer lo
mismo un doctor cristiano, un abogado cristiano, un maestro cristiano, un
ingeniero cristiano, o un arquitecto cristiano, etc.
El problema, realmente,
está en querer ocupar cargos públicos por medio de la política para,
supuestamente, influir en la sociedad y detener la degradación y la corrupción
moral en la que, paulatinamente, estamos cayendo. Necesitamos recordar las
siguientes verdades bíblicas para tener más claridad en este asunto:
La degradación moral y espiritual del hombre es fruto de su
alejamiento de Dios. Esto comenzó a ser
notorio desde la Modernidad, época donde se entronizó a la razón como único medio para salvar al ser
humano y llevarlo a su desarrollo pleno. Nuestra era ha hecho más que evidente
que la razón falló y que fue un grave error haber confiado más en la razón que
en Dios.
Ese alejamiento ha sido anunciado por Dios. En el libro de Mateo se nos dice que la maldad se multiplicará
(Mt. 24:12). De la misma manera en 2 Ti 3:1-13 se nos presenta el perfil de los
hombres en los postreros días donde se nos dice que los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor.
El papel de la iglesia es, sobre todo, llevar a cabo el
plan redentor de Dios, y orar por las autoridades gubernamentales y someterse a
ellas. En I Ti. 2:2 se nos dice que debemos orar por los que están
en eminencia para que vivamos quieta y reposadamente.
Estas verdades nos
ayudarán a entender mejor cual debe ser nuestra posición como cristiano con
respecto a la política.
Hay algunos líderes
religiosos que apelan a José y a Daniel como paradigmas de funcionarios
políticos sin contextualizar las razones por las cuales ocuparon esos cargos o
sin precisar las condiciones socio-políticas de sus épocas, y por eso caen en errores interpretativos
fruto del hervor y el apasionamiento del momento.
José y Daniel son malos
ejemplos para justificar la incursión del cristiano en la política, por las siguientes
razones:
Primero. José y Daniel
nunca intentaron cambiar la realidad política y social en la que se
encontraban. En el caso de José
vemos que los egipcios siguieron siendo tan idólatras como antes. La única
razón por la cual José estaba en ese cargo era ser el medio para preservar
“físicamente” a la nación hebrea garantizándole cierto bienestar.
Entonces dijo José a sus
hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José
vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os
entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de
vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en
medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni
siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre
la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me
enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por
señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto (Gn.
45:4-8).
Luego que José muere,
el pueblo hebreo llega a ser esclavizado. Y me pregunto, ¿Por qué José no
alentó a sus hijos o a algunos de sus hermanos para que desempeñaran algún
cargo público y de esa manera se evitara la futura esclavitud del pueblo hebreo?
Daniel tampoco intentó cambiar la realidad de Babilonia. Los babilonios
siguieron adorando a sus dioses falsos.
Segundo. José y Daniel
nunca decidieron, motu proprio, desempeñar cargos públicos. En el caso de José, este es designado por Faraón para
gobernar la tierra de Egipto después de este haber interpretado el sueño de Faraón y haber analizado la crisis que estaba afectando
a Egipto en esos momentos. Con relación a Daniel ocurre lo mismo. Es Nabucodonosor
quien lo escoge para que sea su funcionario por dos cosas: a) por su
procedencia, y b) por su sabiduría. Si lo analizamos, en ninguno de los dos casos
hubo alguna iniciativa o decisión para desempeñar un cargo público.
Tercero. José y Daniel vivieron en sistemas de gobiernos
muy diferentes a los nuestros. Hay
que recordar que estas naciones eran imperios y, como sabemos, se dirigían a
través de sistemas políticos autocráticos. No podemos pensar que estas naciones
estaban estructuradas, políticamente hablando, de la misma manera que las
nuestras. No eran sistemas cuya base fuera la democracia. En los países donde
la política se desarrolla en el contexto democrático, se hace necesario valerse
de partidos políticos para llegar a los puestos gubernamentales, cosa que en el
tiempo de José y Daniel era impensable. Hay que entender que los contextos
políticos de José y Daniel no son aplicables a nuestro tiempo. Theo G. Donner
(2012), en su libro “Postmodernidad y fe”
hablando acerca de eso, señala que:
Aunque
hay mucho en la Biblia sobre el poder, sobre reyes y sobre gobiernos, no hay
mucho que se pueda aplicar directamente a nuestra situación contemporánea. No
hay gobiernos democráticos en la Biblia. (p. 112).
José y Daniel eran,
principalmente, siervos de Dios que cumplieron los propósitos de Dios y
ejercieron su rol con integridad y fidelidad. Tomemos eso como ejemplo para
nuestras vidas en cualquier contexto en el que nos encontremos, pero desistamos
ya en utilizarlos como ejemplos de cristianos en la política porque, en
realidad, no lo son.
Angel I. Galvez
Graduado del
Seminario Bautista Fundamental
Graduado de
la Universidad Autónoma de Santo Domingo como Lic. En Educación mención Filosofía
y Letras
Master en
Docencia y Gestión Universitaria por la Universidad Católica Santo Domingo
Master en Formación
del Profesorado en Lengua Española y Literatura por la Universidad a Distancia
de Madrid (actualmente).
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