La espiritualidad de los puritanos del siglo XVII
Por Ángel Isaías Gálvez
Unos de los movimientos más significativos dentro de
la Historia de la Iglesia ha sido el puritanismo del siglo XVII tanto en
Inglaterra como en Estados Unidos. Este movimiento surge como reacción al
relajamiento religioso de la Iglesia Anglicana y su propósito era purificar
dicha iglesia de aquellas prácticas y enseñanzas doctrinales heredadas de la
Iglesia de Roma.
A pesar de que el puritanismo no fue un movimiento uniforme, ya que los énfasis en la purificación fueron distintos (por ejemplo, la controversia Vestuaria), es notable que los diferentes grupos de este movimiento eran sostenidos por principios bíblicos comunes tales como la centralidad de las Escrituras y la práctica de una vida espiritual piadosa.
La espiritualidad puritana se destacaría por estar fundamentada en la Palabra de Dios y por hacer que todas las áreas de la vida fueran vividas a la luz de los principios bíblicos.
En su artículo, ¿Por qué leer a los puritanos?, Pablo Flores destaca el gran valor que le daban los puritanos a la Biblia.
Las Escrituras
fueron la pieza central del pensamiento y vida de los puritanos. El puritanismo
fue, por sobre todas las cosas, un movimiento bíblico. Para los puritanos la
Biblia era en verdad la posesión más preciosa que el mundo podría permitirse.
Su convicción más profunda era que la reverencia a Dios significaba reverencia
por las Escrituras, servir a Dios significa obediencia a las Escrituras. Por lo
tanto, para su mente no podría darse un insulto mayor al Creador que rechazar
su palabra escrita y, por el contrario, no podría haber un acto de reverencia
más elevado que apreciarla, estudiarla con detenimiento y luego vivirla y
enseñarla a otros. La intensa veneración por las Escrituras como la palabra
viva del Dios viviente y un devoto interés por conocer y hacer todo lo que
prescriben, fue el distintivo sobresaliente del puritanismo.[1]
Es evidente que el amor y obediencia a las Escrituras de los puritanos se reflejó en el valor que daban a la vida íntegra. No hacían la absurda división que se suele escuchar entre los evangélicos de lo secular y lo cristiano. Para ellos, el vivir la vida en Cristo significaba darle la gloria a Dios en todos los aspectos de la vida. Este pensamiento de estima a la Palabra de Dios de parte de los puritanos, llevó a que su espiritualidad se distinguiera por los siguientes aspectos:
Un primer aspecto destacable dentro de la espiritualidad puritana era el alto concepto que los puritanos tenían de Dios. Su pensamiento se caracterizó por ser teocéntrico. El elevado conocimiento de ese Dios santo y amoroso, justo y misericordioso, soberano y redentor, llevó a los puritanos a la adoración y obediencia a Dios.
Un segundo aspecto dentro la espiritualidad puritana fue el valor que estos dieron al conocimiento de la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo para la comprensión de la voz de Dios. Los puritanos, al igual que los reformadores, daban vital importancia al conocimiento bíblico y a la asistencia del Espíritu para la comprensión de las Escrituras. La instrucción bíblica era para ellos la garantía de la verdad. El valor dado a la Palabra de Dios de parte de los puritanos se reflejó también en la importancia que daban a la predicación. José M. Martínez lo explica así en su libro Introducción a la espiritualidad cristiana, cuando dice: “El valor incomparable atribuido a la Escritura como Palabra de Dios determinó la importancia que los puritanos otorgaron a la predicación. La mayoría de sus líderes fueron notables predicadores”.[2]
Un tercer aspecto importante dentro la espiritualidad puritana consistió en una vida coherente, donde el conocimiento y la conducta debían ser fruto de la aplicación de la Biblia. De ahí que debía desarrollarse una conciencia cristiana que permitiera discernir espiritualmente las diversas situaciones que se presentaran para poder cumplir la voluntad de Dios.
El cuarto aspecto característico de la espiritualidad puritana lo constituye la importancia dada al día del Señor. Era un día sagrado que no se usaba solo para el descanso, sino para la adoración y comunión fraternal en los cultos de la iglesia. Era un día escogido para dedicarse entera y completamente a Dios.
Un quinto aspecto fundamental dentro de la espiritualidad puritana fue el valor dado a la vida familiar y matrimonial. Enaltecieron el matrimonio y despreciaron todo monasticismo y celibato, ya que no encontraban asidero en las Escrituras para ello. El divorcio y el adulterio era visto por ellos como un mal grave. A pesar de todo esto, lo más destacable del aspecto familiar de los puritanos fue ver la familia como una iglesia, donde el padre, como pastor, instruía y guiaba a los que vivían bajo su techo a una vida de relación y comunión con Dios. Esto se llevaba a cabo, sobre todo, a través de los cultos familiares devocionales.
Estos aspectos, en conclusión, reflejan el poder que tiene la Palabra de Dios en nuestra vida espiritual cuando dejamos que ella inunde toda nuestra mente y corazón. La espiritualidad puritana nos enseña que el amor y la obediencia a la Palabra de Dios siempre darán como resultado una vida íntegra, transformada y piadosa.
[1] Flores Figueroa, Pablo (2019). ¿Por qué leer a los puritanos? Blog Presbiterianismo Confesional. https://presbiterianismoconfesional.wordpress.com/2019/09/20/por-que-leer-a-los-puritanos/
[2] Martínez, José M. Introducción a la Espiritualidad Cristiana. Barcelona: Editorial CLIE, 1997, p. 356
Los puritanos son coherentes, en sus vidas, habia hablado hablar de esos grupos, ahora se con mas detalle de lo que se trata.
ResponderEliminarLos puritanos son coherentes, en sus vidas, habia oído hablar de esos grupos, ahora se con mas detalle de lo que se trata. *
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