La supervisión como garantía de la calidad educativa en los países latinoamericanos
Por Angel I. Galvez
La supervisión constituye un reto para los países latinoamericanos. Los gobiernos, a través de sus dependencias a nivel educativo, deben propiciar la supervisión educativa como aspecto natural de los procesos escolares y universitarios. Para ello, hay que clarificar y adecuar el concepto de supervisión al contexto hispano.
En primer lugar, debe entenderse la supervisión como
algo normal del quehacer educativo, cuyo único fin es promover la mejoría a
través del acompañamiento y la provisión de recursos técnicos adecuados. Tanto
el que supervisa como el supervisado deben entender con claridad meridiana que
la supervisión no es algo personal, sino parte de un proceso institucional.
En segundo lugar, debe realizarse la supervisión con
carácter objetivo. El amiguismo y los vínculos afectivos no deben permear el
proceso de supervisión. Sin embargo, hay que señalar que dicha objetividad no
puede hacer que el proceso sea inhumano.
En tercer lugar, la supervisión debe estar acompañada
de diálogos y formación continua que permitan que aquellas áreas en las que se está
fallando, puedan mejorar. Señalar el problema sin proveer soluciones para
resolverlos no impulsara el desarrollo y la mejoría de las instituciones
educativas.
En cuarto lugar, la supervisión debe ser continua,
constante y permanente. Nada se logra cuando se comienza un proceso y no se
culmina. Este mal tiene mucho que ver con la idiosincrasia de los pueblos
latinoamericanos. En América Latina se tiende al caos y a la falta de
organización. Y la desorganización, entre las diferentes razones que la
provoca, es fruto de la ausencia del criterio de constancia que debe tener toda
organización para lograr sus objetivos.
Obviamente, hay factores políticos, sociales,
ideológicos y culturales que impiden que la supervisión sea efectiva en las
instituciones educativas. Es por eso que los países de Latinoamérica deben
hacer el doble de esfuerzo para siquiera ver mejorías en sus organizaciones.
Debe haber una estrecha relación entre el currículo y
la supervisión, ya que esta última se realiza desde la perspectiva filosófica
de la institución educativa. La supervisión debe elaborar sus criterios de evaluación
y seguimiento acorde con la propuesta curricular, de lo contrario, se estará
supervisando elementos que no están contemplados en el currículo como
indicadores de calidad.
El Informe Mckinsey (2007) plantea que “la calidad de
un sistema educativo se basa en la calidad de sus docentes.” Es por eso que en
el informe se plantea como los mejores sistemas educativos seleccionan y
preparan a sus profesores. Y, aunque países como Finlandia y Corea del Sur
presentan criterios claros de selección de su profesorado, lo que el informe no
detalla es que estos países, además, cuentan con recursos tecnológicos, insumos
e infraestructuras adecuadas para el desarrollo del aprendizaje de sus
estudiantes. Y es, por tal razón, que no podemos copiar, sin contextualizar, las
ideas y modelos desarrollados en esos países. América Latina necesita mejores
docentes, se necesita de una supervisión más constante y objetiva, pero también
se necesita de políticas adecuadas tanto a nivel social como educativo para lograr lo que se quiere.
América Latina necesita apoyarse de la supervisión,
como recurso administrativo y gerencial, para determinar qué aspectos del
proceso educativo se necesitan mejorar o cambiar para lograr aprendizajes de
calidad en nuestros alumnos. El miedo a la supervisión debe desaparecer, para
que los resultados sean fiables y podamos avanzar.
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